viernes, 7 de marzo de 2014

CARABANHATTAN

Conocí a una mujer que era todas las mujeres que me gustan.

Enseguida supe que no era de este planeta y no fue porque llevara el pelo pintado de verde o porque caminase sobre unas finas agujas apenas rozando el suelo, lo supe porque las mujeres así no existen, son fantasías, sueños o extraterrestres.

Era la avenida de los Campos Elíseos y el Bois de Boulogne, los extremos y todos los términos medios posibles, Rosendo y Sinatra cantando a dúo en un club de Carabanhattan My Way de Vivir.

Me enamoré de cada uno de sus incontables lados aun sabiendo como supe desde el principio que no era mujer para un vulgar terrícola. Sabiendo como supe desde el principio que era el cromo que faltaba al álbum de mis derrotas.

Empecé mi colección con Marta. Tenía coletas, gafas, aparato, le sudaban las manos y usaba sujetador. Nos gustaba a todos pero yo además la quería.

Siempre me pedía que le contase el cuento del niño que ni quería ir al colegio ni volver a casa y yo le hablaba una y otra vez de las aventuras de parques, porros, cines de barrioy viajes interminables de punta a punta de la ciudad de nuestro héroe de doce años.

A ella no hacía falta que le contase nada. Sabía leer mi pasado en mis faltas de ortografía y en las canciones que me gustan.

Cualquiera hubiera adivinado mi hoy en mis ojos tristes.