viernes, 11 de abril de 2014

FRÍO

La otra noche fui al médico a hacerme una autopsia. La forense era muy guapa y me pareció simpática a pesar de las palabras tan feas que usó para referirse a mi hígado, mis pulmones y los torpes zurcidos de mi corazón.

Me revisó entero, de arriba abajo, por dentro y por fuera y concluyó que los arañazos en mi espalda y las marcas en mis nalgas eran demasiado superficiales como para ser las culpables de mi muerte.

Tampoco le parecieron significativas unas señales que encontró en mis muñecas y tobillos que sugerían que había estado atado, quizá a una cruz, quizá a las cuatro esquinas de una cama.

Reparó en las manchas de carmín de mi polla sin darles mucha importancia, lo que verdaderamente le extrañó fueron mis síntomas de congelación. Un muerto por hipotermia en pleno mes de abril, en su cama, cubierto de mantas…

Me desperté sudando frío.