viernes, 2 de septiembre de 2016

DOCE


Me gustaba seguirla,
conocía sus rutinas,
sus secretos
y todos sus zapatos.

Caminaba como una equilibrista
por un alambre invisible
moviendo el culo por bulerías.

Un, dos,

un, dos, tres,
cuatro, cinco, seis,
siete, ocho, nueve, diez...

Y yo quería ser su red cuando cayese,
y el palmero que cuidase su compás,
y la funda de su cuerpo de guitarra.

Soñaba con ella cada noche.
Yo tenía doce años
y ella los mismos que mi madre.



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