miércoles, 17 de julio de 2013

REGALO DE LA CASA

REGALO DE LA CASA (1-06-2013)
Los tenían de varios tamaños, formas, texturas, colores y por supuesto precios, aunque esto último no parecía importarte demasiado. Tus preguntas certeras hicieron que pronto la dependienta se olvidase un poco de mi y se centrase en atender tus dudas.

Los sopesabas, elogiabas un detalle “¡qué tacto tan rico!”, ponías alguna pega “demasiado pequeño”, o sugerías “este sería perfecto si además tuviese vibración”. Yo, como siempre, observaba tu desenvoltura entre fascinado, embobado y cada vez más excitado.

De nuevo percibí el cambio de brillo en tus ojos...

- ¿Y ese?

Había despertado tu curiosidad uno de los que estaba más escondido, al fondo de la estantería.

Me pareció que la dependienta me miró de reojo un instante mientras, parsimoniosa, lo recorrió con sus dedos en un viaje que me pareció interminable. Sin embargo se dirigió a ti.

- Tu parte está muy bien, pero la suya...

Ahora zumbaba y brincaba rítmicamente en tus manos y cuando conseguí alzar mi vista me encontré con que vuestros rostros entre interrogantes y divertidos esperaban algo de mí.

A duras penas logré balbucear algo, ininteligible, inconexo y seguramente estúpido pero suficiente para oírte decir entre risas “nos los llevamos”.

La dependienta nos dejó solos con un “os lo preparo, aprovechad y dad una vuelta, seguro que encontráis algo más que os guste”. Y vaya si lo encontramos…

¡Un rincón BDSM! Pequeño pero bien surtido. Nos entretuvimos comparando esposas, muñequeras, collares, lencería, floggers… ¡Fustas!

Las probaste todas… los fustazos sonaban estruendosos restallando sobre mis nalgas desnudas, en la tienda vacía a esa primera hora de la tarde.

- Eso tiene que doler, escuché a la dependienta a mi espalda.

- Date la vuelta – me ordenaste - ¿de veras crees que sufre mucho?

- No parece, contestó con la mirada fija en mi sexo hinchado y babeante.

Permanecí frente a ellas, con los pantalones por las rodillas y la mirada gacha, sólo hasta que me hiciste una señal para que me girase de nuevo.

- Prueba tú, te oí decir. Y ella probó y probó.

Ya nos íbamos y yo caminaba torpe y dolorido unos pasos tras de ti, llevando envuelto en un bonito paquete nuestro juguete nuevo cuando la dependienta me detuvo.

- Espera un momento –me dijo mientras rebuscaba tras su mostrador - ¡Regalo de la casa!

Leí la etiqueta: ¡Lubricante!

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